Cuando Los Relojes Marcan Las Doce

¿Dónde se cuecen los sueños del dios dormido? Cantaré canciones de versos ancestrales en medio de la cacofonía de la vida, que ahuyenta, destruye las inmediaciones de todo este espacio etéreo que me rodea. El ciclo del reloj no se detiene, corre descontrolado... esa es tu misión: Vivir conmigo el momento cuando el Reloj Marca las Doce.

miércoles, 6 de marzo de 2013

La Noche De Las Estrellas


Aun se quedó grabado a fuego en mi mente, aquella noche en la que supimos que no quedaba mas que amarte y como lo había testificado las estrellas que reposaban felizmente sobre aquel lienzo oscuro que se asemejaba a una pintura abstracta que solo tú y yo conseguíamos entender, esas estrellas que solo nosotros pudimos ver.

Posaste tu cabeza sobre mis piernas y singularmente te acariciaba el cabello mientras te veía a esos ojos castaños que se iluminaban por el reflejo que devolvía ese cielo estrellado que servía como bóveda y eterna madre de la noche que vivimos. Aquella sonrisa no se desvanecía y de a poco nos sonrojamos como tontos que sin ninguna excusa más que querer nos acostamos sobre aquella pradera desolada, lejos de toda mirada imprudente de algún curioso que quisiera ser parte de algo que tú y yo solo conjugábamos.

Ese feliz momento fugaz que vivimos los dos, se desvaneció cuando como granos de arena en mis manos, te desvaneciste en medio de un halo blanco, en medio de todo mi amor, no te despediste solo te convertiste en un  pequeño punto de luz. Estuviste frente a mi varios minutos, flotando sobre el suelo que sintió que estábamos solo tú y yo pero luego fuiste ascendiendo poco a poco como despidiéndote de esta tierra y lo que conociste un día. Recuerdo que en ese momento soplaba un fuerte viento que me heló hasta los huesos, cubrí mis ojos con lagrimas de esperanza de que algún día te vería otra vez y como si hubieras leído mis pensamientos aquella brisa se tornó en un rocío que acicalaba mi piel con una cadencia que da un calor único, un calor que te invita a beber de tus amoríos cuando crees que todo está perdido.

Y hoy me quedo sentado hasta la medianoche en esta colina, meses luego de aquella epifanía, nunca recapacité a donde ibas, solamente que ascendías a un oscuro lienzo donde te perdías, pero mi fe hacia que sintiera, que sabía dónde estabas escondida, y hoy es especial pues te vi a la lejanía como llegabas y reposabas tu cabeza sobre mis piernas y como de rápidamente las lagrimas se hicieron con mis ojos y cayeron como cataratas en caída libre sobre tu rostro. “¡Te extraño!” exclamé con todas mis fuerzas y tu solo te resumiste a mirarme y a esbozar una pequeña sonrisa que me respondió “Siempre estaré cocida a tu piel” y como cada noche que te visitaba vi como te desvaneciste de mis brazos y como cayeron cual piedras sobre un rio hacia el suelo, y te convertiste en luz, nuevamente, y hoy ascendiste más lento, como para no perderte de vista, y de repente tu luz se hizo más brillante y más grande hasta que cuando te posas en el cielo supe que ya no era un lienzo oscuro, era una seda clara y,  hoy es el día de tu nacimiento, hoy es el día en que te convertiste en otro lucero, hoy… es la noche de mi estrella.

Para Alguien Especial


Respiraba con dificultad indecorosa, y seguía hacia delante, sin mirar atrás. Preguntaba y sopesaba si algún día estuviste allí, pues se veía reflejado como si ya no hubiera esperanzas de encontrarte y de mirarte como lo hace una estrella reflejada en un mar de sueños.

“Era lo que yo mas quería” le escuche decir algún día mientras le resbalaban pequeños cristales transformados en lagrimas, dibujando en un camino en su mejilla, bordeado por esa sabor salado que deja el sentimiento de haber sido olvidado en el pasado por  una persona que te quiso, por una persona que te amó sin condición.

Siempre me sentaba junto a él a escuchar todo su lamento hecho palabras de dulces ángeles, que vestidos de poeta se hacían con su boca un portal a esta tierra, un singular puente a esta dimensión. Yo vi como él sufrió en silencio por ti.

“El pasado se debe pisar, y se debe seguir adelante” recuerdo vagamente que algún día habría de decirle esas palabras, para que, en un sucinto momento, hiciera acopio de fuerzas y levantara la mirada y dejara por terminada aquel tiempo de su vida y, si  era propicio encontrar un nuevo  horizonte capaz de volverse su nuevo hogar, su nueva vida.

Y lo dejé olvidado en la barra de algún bar, lo dejé en sus memorias y en su tristeza. Amada mía, aún recuerdo cuando dejaste a mí amigo con el corazón partido, con los ojos cargados de soledad, con un amargo sabor en su boca, por pueril o desasosiego, de nada ya vale recordarlo, estamos juntos tú y yo y nada vale en el mundo más que este momento de los dos. Aun creo que le fallé a un buen amigo, a mi mejor amigo, pues la traición en nuestro destino se asoma y si dejarlo era nuestro camino de escape, que así fuera y que así se consumara nuestro amor clandestino, nuestro amor atrincherado en medio de “nuestra buena amistad” como un reflejo corrupto de nuestro destino juntos, de tu amor y de tu locura hecha pasión.

Un día le escribí a alguien especial, que un día llamé “amigo y hermano” pero la realidad es que simplemente él es puro pasado, alguien que nunca debió existir en nuestra historia, querida mía. Esta carta es para alguien especial que en algún rincón del mundo debe de esperar, el que traiciona mil veces se le será traicionado. Buen viaje carta del olvido, espero que algún día encuentres tu destino.

Desde Que TE CONOCÍ

(Una de las entradas mas emotivas que puede haber, pues lo que cuenta es la historia que hay detrás de todo, una última dedicación a ella)


Recuerdos. Recuerdos. Recuerdos.

Pienso, que fue lo mejor para los dos. Pienso, que no fue el mejor fin para esta historia. Creo, que aun te pienso. Sé, que aun desespero. Vivo, pues no he perdido la esperanza. Corro, por tomar el tiempo de vuelta. Olvido, que he olvidado el tiempo que pasó. Sé, que aun duele el recuerdo desde que te conocí.

Es mejor que nos separemos de ese sentimiento de indiferencia y decepción que mantuvimos cautivos por más de un año, nos alejábamos como lo hace una ola que llega a la costa y vuelve cara al gran mar. Te conocí con esa inocencia y esa picardía que conjugadas, me daban alas para colocarte en un sitio muy especial que se resguarda únicamente para sentimientos que nunca debemos olvidar, ese humor negro que nos caracterizaba era el simple hecho de haber conseguido a una persona que no era nuestro reflejo ni nuestro contrario, era todo lo opuesto que debíamos ser y por eso desde que te conocí no creí que fueses para mí, y por ende como una amiga solo te vi.

Las lagrimas afloran como sentimientos que el olvido da un portazo y salen en bandada ¿A dónde?  Aun no lo sé, pero lo que sí es cierto es que el destino puede dar viento a favor o en contra como se vaya descifrando en medio de las quimeras con las cuales nos regimos y por las cuales vivimos. Desde que te conocí, la soledad me dio un portazo e hizo casa en otro lado, pues el sentimiento puro de compañía mutua aunque fuese una cara dura, me seguía a todas partes, Nos complementábamos.

Ahora, eres grande y yo también, ahora surcas nuevos mares y así también yo lo haré pero de algo estoy seguro, y por lo cual me aferro a este destino que nunca se pintó oscuro: un día lo que enterramos en el pasado revivirá pues tengo la certeza, pues tengo mi seguridad de eso, pues te amo…DESDE QUE TE CONOCI.

El Silencio de La Noche


En el silencio de la noche te encontré recostada junto a mí, los negros rizos de tu cabello rozaban de a poco mi piel que se conjugaba con la tuya en una caricia de amor que iba mas allá de tu razón de existir y la mía. Juntos tu y yo, bañados con la débil luz de luna que se colaba por las ventanas de aquella habitación desolada de orgullos, prejuicios y condenas, vimos renacer un lucero que se asemejaba a una lumbre lunar, a un ángel que de un cielo había bajado y al visitar nuestros cuerpos que se unieron por la pasión debimos quedar en medio de un mar de un azul arremolinante que de pronto sucumbía a los deseos que se desataban en medio de aquella morada del cielo en esta tierra.

Recordaba como la noche pasaba por nuestra puerta y el aire fresco de un atardecer a la Toscana nos visitaba y donde caíamos en la cuenta que el tiempo voló muy lejos de nosotros, nos dejó totalmente solos, a merced de nuestros destinos, a merced de tus ojos y de el dulce sabor de tu boca, doncella que ya junto a mi cuerpo habitas, con hilos de plata te cocí a mi piel, tu alma se buscó un sitio en mi corazón que palpita sin razón por ti, y recibe el calor que tu amor expide y entre sabanas tu aliento sabor a gloria reside y se revuelca entre tu piel y la mía como cielo que deja caer gracias al sentimiento eterno.

Aun escucho tu cadencia al respirar, y como me dejas solo en este terreno de batalla ¿y qué haré? Será esperar a que vuelvas como lo hace la parsimonia de tus pasos sobre un suelo hecho de lagrimas de risas, sabor a vino en compañía de un alma gemela, se siente como caminar entre abrazos fronterizos entre el odio y el amor, entre tu deseo y tu dios, se siente también que ya te extraño amor mío, ya extraño como en el silencio de la noche desperté y aún estabas a mi lado, y caí en la cuenta que estaba soñando, que no has dejado de quererme y que de mi te has quedado para amarme. Y sentado al filo de este campo de batalla entre el amor y la pasión llamado cama veo como por entre las rendijas de la ventana se abre paso a codazos pequeños rayos de un sol naciente que me dice que esto es para siempre, que me dice que lo que me juraste la noche anterior es para siempre. Y cuando me abrazaste y vimos nacer un nuevo día supe que eras mi musa, supe… que eras mi esposa.

Te Esperaba


Te esperaba sentado donde me dejaste. Te esperaba mirando al cielo diciéndole a quien estuviera allá arriba que te trajera de vuelta. Te esperaba sentado al filo de un sueño que se volvía pesadilla a cada segundo que me quedaba sin tu recuerdo. Simplemente te esperaba.

“Algún día volveré” me dijiste mientras te alejabas de mi, soltando mi mano que temblaba por decir ADIOS, y en aquel lugar aguardé a que me estuvieras observando y haciendo desaparecer todos mis miedos, todas mis mentiras, todos mis demonios, pero nunca llegaste. Es difícil decir que te olvidé, pues mírame ahora, aquí estoy pensando en ti, pensando si volviste en el momento que me fui y diste vuelta para nunca más volver o si alguna vez llamaste a mi puerta y yo por miedo a mirar la desgracia me escondí entre mis pensamientos y sin decirte nada te clamé a gritos desahuciados “¡Vete ahora!”. Aun no sé el por qué nunca volviste.

Te esperaba sentado junto a mi cama, quizás esperando que la muerte me llevara entre sus dulces alas a un sueño eterno del cual despertaría cuando volvieras a decirme “TE AMO”, pues ese es el remedio para mi locura, pues el amor es una locura que te cala hasta los huesos y tu alma hasta que ya no hay vuelta atrás. Te esperaba sentado a la orilla de un olvidado muelle donde veía nacer y morir el Sol cada día, preguntándole si en alguna de sus aventuras se había topado contigo y que te dijera que aun te esperaba, que aun te amaba, y que aun añoraba tenerte entre mis brazos como lo hice alguna vez en ese mismo muelle de viejas lunas, las cuales observaban nuestros cuerpos hecho uno y donde confesamos nuestro amor al espejo del alma, al espejo que todo lo ve, hasta las más dolorosas despedidas: el mar.

 Te esperaba como lo hacía todas las tardes, en el entrecruce del pueblo, y mis amigos me decían que perdería mi vida esperando un momento que nunca volvería, que te habías ido para siempre y que el amor que nos prometimos un día solo fue un fantasma del pasado, pero mi esperanza y mi fervoroso corazón me pujaba a seguir adelante, a no decaer por lo que me decían. “La realidad –me contaba –es una demencia de la cual no hay vuelta atrás y si escuchas las mentiras perderás la inocencia del ensueño en el que vives ahora” pero en este presente comprendo esas palabras a la perfección pues me dispongo a dormir para no despertar y me doy cuenta que ya mi tiempo se paso en un sueño que no volverá. TU NO VOLVERÁS.

Y así me pasé el tiempo, cayendo en la razón de que te había perdido pero mi fe no decaía por nada, mi sueño eras tú, y mi sueño no podía morir, el sueño no tenía derecho a morir. Ahora soy un hombre que camina por el mundo a solas, acompañado del viejo fantasma de un amor que zarpó hace ya 72 años en un velero llamado “Soledad” y aun te espero, dulce néctar de la vida, para que me nutras no en esta vida sino en la que sigue, pues estoy seguro que allí sí te encontraré.

Sentado a la orilla del viejo muelle me dejé devorar por las tranquilas aguas de la medianoche, era un oscuro agujero de la otra vida, y de a poco fui descendiendo mientras sentía como tus manos me acariciaban como lo hicieron una vez, y escuché las palabras que algún día busqué en vida. Tranquilamente dijiste:

“Amor, desde hace mucho… TE ESPERABA”